No importa lo que esté sucediendo, dónde o con quién, el mundo de las emociones siempre está presente en nuestra vida.
Unas veces de una forma más evidente, otras de forma más leve, las emociones y los sentimientos dan color a nuestra experiencia.
A veces entendemos la emoción como algo estático, y para nada es algo estable o incluso unidireccional, sino más bien todo lo contrario.
La emoción involucra a múltiples procesos que operan de forma consciente e inconsciente y que involucran aspectos tales como atención, memoria, evaluación cognitiva, aspectos fisiológicos y comportamiento.
Una emoción en realidad es un proceso que opera en diferentes dimensiones y en el que intervienen gran cantidad de procesos.
Como podrás imaginar, teniendo en cuenta la cantidad de sistemas que activa, el poder de las emociones sobre cómo vivimos, pensamos e incluso cómo nos comportamos es muy importante.
La experiencia emocional marca una huella indeleble en nuestra memoria y en nuestro aprendizaje y nos predispone a afrontar y sentir nuestra vida en base a toda la experiencia emocional acumulada.
En mi experiencia, una de las partes fundamentales en la regulación emocional es reconocer, entender y aceptar la sabiduría de las emociones.
Las emociones tienen una función adaptativa, es decir, una función de ayudarnos a hacer frente a las situaciones del día a día.
Reconocer y aceptar las emociones supone tomar contacto directo con ellas. Sentarse a su lado con la intención de entablar una conversación verdadera.
Esto puede parecer relativamente fácil con ciertas emociones como la alegría, la sorpresa, el amor… pero quizás no lo sea tanto en emociones más difíciles como la ira, la tristeza, el miedo o la ansiedad.
A veces, cuando aparece una emoción, tenemos el impulso de hacer algo con ella: dar salida a la energía que se produce, quitárnosla de encima, meterla debajo de la alfombra…
Esto es especialmente evidente en el caso de las emociones difíciles.
Para mí la clave está en sentarte con ellas y escuchar; atender a lo que te están queriendo decir.
En el caso de la ira o el enfado, la emoción quiere comunicarte que hay un límite que se ha franqueado, que un objetivo o meta que se ha visto obstaculizada; dándote la energía para cambiar esa situación.
La tristeza aparece en momentos que nos suponen una pérdida, un perjuicio y un daño. Te permite crear ese espacio de recogimiento y reflexión para reestablecerte y encontrar nuevas vías de seguir adelante.
El miedo viene a contarte que hay un peligro inminente que “amenaza” tu integridad y te prepara para superarlo.
Por su parte, la ansiedad, te indica un peligro futuro, imaginado o irreal (porque no está presente) y te prepara, a veces de forma perjudicial, para buscar la mejor forma de hacerle frente.
Seguramente te estarás preguntando ¿Cómo hago para sentarme con mis emociones? ¿Cómo hago para escucharlas?
Mindfulness o el ejercicio de la atención plena nos ayuda a llevar luz a este encuentro.
Te proporciona una base estable, para desde ahí poder sentarte con la emoción que sea y prepararte para establecer una escucha profunda.
Por eso mindfulness es considerada una de las mejores herramientas para una correcta gestión emocional.
Dime , ¿te sientas a menudo con tus emociones? ¿Qué herramienta/s te ayudan a llevar una mejor gestión emocional?
Me gustaría saber tus opiniones a cerca de este post. Estaré encantada de que me cuentes tu propia experiencia y compartas con otras personas si así lo sientes.